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Hay días en los que no entiendes por qué te duele la panza, por qué te tiembla la quijada, por qué estás cansada aunque no hayas hecho nada “pesado”. Hay días en los que el cuerpo se adelanta a lo que tu mente aún no quiere aceptar.

Y no es drama.
No es exageración.
Es tu cuerpo diciendo lo que tú llevas años empujando hacia un rincón.

Yo descubrí esto a la mala, como casi todo en la vida.

 

No es solo cansancio: es saturación

 

Cuando una persona vive con presión diaria —económica, emocional, familiar o de pareja— llega un punto en el que el cuerpo deja de cooperar. No te pide permiso: simplemente avisa.

A unas les duele la cabeza.
A otras se les hace un nudo en la garganta.
Yo lo siento en la panza… siempre en la panza.

 

El cuerpo no olvida lo que tú intentas ignorar

 

Cuando cargas culpas antiguas, decisiones que no te perdonas o un estilo de vida que ya no te acomoda, el cuerpo es el primero en levantar la mano y decir: “hasta aquí llegué”.

A mí me pasó.
Mi cuerpo comenzó a hablar mucho antes de que yo me aceptara agotada.

Años de ansiedad disfrazada de alergias, dolores de pecho que parecían infartos, miomas, hemorragias, intestinos inflamados, temblores… Todo eso era mi cuerpo gritando lo que yo no me atrevía a decir en voz alta:
“Estoy sobreviviendo, no viviendo.”

Y te prometo que no eres la única.

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Y no importa cuántas veces te hayas mudado, hay casas donde el ambiente te tranquiliza… y otras donde todo te aprieta.

A veces no es el ruido lo que cansa.
A veces es la tensión que se siente aunque todos estén en silencio.
A veces es la falta de espacio para pensar, para ser, para respirar.

Eso también se guarda en el cuerpo.

 

No es flojera querer descansar: es necesidad

 

Pedirte que “aguantes”, que “eches ganas”, que “no seas sensible”, nunca ha funcionado.
Tu cuerpo no entiende frases motivacionales.
Tu cuerpo entiende señales.

Cuando te duele, te está cuidando.
Cuando se tensa, te está avisando.
Cuando se apaga, te está protegiendo.

No eres débil por necesitar un descanso.
Eres humana.

 

Cuando lo emocional se hace físico

 

No todas las mujeres lo cuentan, pero muchas sienten lo mismo:
– Dolor de panza cuando algo no va bien.
– La mandíbula apretada cuando algo duele pero no se dice.
– Ese nudo en el pecho cuando cargas responsabilidades que no te corresponden.
– Ese temblor en las manos cuando estás cansada de aguantar.

 

Tu cuerpo no te traiciona: te traduce.

 

Lo que sí está en tus manos

No puedes cambiar de un día a otro lo que has cargado por años, pero sí puedes empezar a escucharte. A reconocer qué te duele, qué te pesa, qué te frena.

Y aunque suene crudo: la única persona que puede tomar una decisión por tu bienestar… eres tú.

No para arreglarlo todo, sino para dejar de ignorarte.

 

A veces creemos que estamos rotas o que la edad ya nos cargó la fregada, porque nos duele todo. Pero la verdad es que estamos agotadas de sostener lo que nadie ve. Y aunque no podemos deshacer la historia, sí podemos decidir qué parte ya no queremos cargar.

Tu cuerpo no está en tu contra.
Solo quiere que vuelvas a ti.

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Te escribo desde mi rinconcito, donde pienso, me desespero, río y a veces lloro… porque sentir sigue siendo mi manera de sobrevivir y sanar.
Aquí, conmigo, no necesitas fingir fuerza.
Aquí se vale cansarse… y volver a empezar sin culpa.

San Gómez de @sanxlavida🌷