Hoy quiero contarte algo que probablemente no muchas personas se atreven a decir en voz alta:
Ser fuerte no siempre se siente bien.
A veces, ser fuerte duele. Quema. Cansa. Aísla.

Nos enseñaron a aplaudir la resistencia, a celebrar al que no llora, al
que sigue “a pesar de todo”, al que nunca pide ayuda. Como si romperse fuera
señal de debilidad. Como si necesitar un abrazo, un “¿cómo estás de verdad?”, o
simplemente un descanso… nos hiciera menos.
Pero, ¿y si dejar de ser fuerte también es un acto de valentía?
Sí, valiente es quien reconoce que no puede con todo.
Valiente es quien llora en la ducha, pero después se seca las lágrimas
con ternura.
Valiente es quien un día dice: “Hoy no puedo. Hoy necesito que alguien
me sostenga a mí.”
Ser fuerte no es resistir eternamente.
Ser fuerte es elegir cuándo soltar la armadura.
Porque la armadura protege… pero también pesa.
Y llega un momento en la vida en el que lo más sano no es demostrarle
al mundo que puedes sola, sino permitirte que te sostengan.
Así que si hoy no te levantaste con ganas de conquistar el mundo… está
bien.
Si no te pusiste tu mejor cara, tu mejor ropa, tu mejor ánimo… también
está bien.
Hoy no me levanté a conquistar el mundo… y aún así valgo.
No tienes que brillar todos los días. A veces, solo respirar es
suficiente.
Y si nadie te lo dijo hoy:
🌿 Tu
valor no está en tu productividad.
🌿 Tu
fortaleza también está en tus pausas.
🌿 Tu alma
merece descanso, y tu corazón merece comprensión.
💌 ¿Y tú?
¿Cuántas veces te has sentido agotada de ser “la fuerte”?
Te leo en los comentarios. Tal vez, hoy podamos sostenernos entre
nosotras.