A veces nos levantamos con la prisa de siempre, con responsabilidades que parecen no terminar, con el deber de ser adultas fuertes, equilibradas, maduras… pero muy dentro de nosotras, hay alguien pequeñito que muchas veces se siente olvidado.

carta-a-tu-nina-interior 

Esa niña que fuiste, la que soñaba con un pastel de cumpleaños decorado con dulces, con una mamá que no estuviera tan cansada, con un abrazo sin razón, con que alguien la defendiera, la valorara o simplemente la escuchara… ¿la recuerdas?

 

Sí, esa niña aún vive dentro de ti.

 

Y aunque ahora tienes otro rostro, otras metas, otros pendientes… ella sigue esperando que le pongas atención. Y cuando no lo haces, te lo hace saber: a veces con miedo, a veces con rabia, a veces con tristeza que no entiendes de dónde viene.

 

Hoy no vengo a decirte que tienes que sanar todo en una sola noche, ni que debes tener todo resuelto. Solo quiero proponerte algo:

 

Haz una pausa. Respira.

Y escríbele una carta a tu niña interior.

 

Una carta sencilla. Escrita desde la mujer que eres hoy. Con amor, sin juicios. Agradécele por resistir tanto, por ser valiente cuando nadie lo notó, por seguir creyendo a pesar de todo. Pídele perdón si alguna vez la callaste, la ignoraste o la pusiste en un rincón.

 

Y después de la carta… dale un regalo.

 

No tiene que ser algo grande. Puede ser una canción que le gustaba. Una película de su infancia. Un dulce. Un cuaderno bonito. O simplemente una tarde sin exigencias, donde puedas colorear, bailar, llorar o reír sin miedo.

 

A veces, el mayor acto de amor propio no es un cambio de look o una rutina de skincare. A veces es simplemente sentarte contigo misma, mirar hacia dentro y decirte: “Aquí estoy. No te he olvidado. Te amo tal como eres.”

 

Porque cuando sanas a tu niña, dejas de reaccionar desde el dolor… y comienzas a vivir desde la ternura.

Y eso, amor, es un regalo que cambia vidas.