Hoy quiero hablarte de algo que todas
sentimos, pero que muchas veces escondemos… las ganas de llorar.
Sí, de esas veces en las que todo te
abruma, el nudo en la garganta aparece sin pedir permiso, y te preguntas:
"¿Por qué me siento así si todo debería estar bien?"

Nos enseñaron que llorar es
debilidad, que hay que aguantar, sonreír y seguir como si nada. Pero… ¿quién
dijo que las lágrimas no son una forma de valentía?
Yo también he llorado… y más de una
vez
Créeme, no hay nada de malo en eso.
Vivimos en una cultura que aplaude la
sonrisa constante, la mujer que puede con todo, que nunca se rompe.
Pero la verdad es que llorar no es
rendirse, es darte un espacio para soltar lo que pesa.
Las mujeres solemos cargar con muchas
responsabilidades emocionales. En ocasiones sentimos que tenemos que sostenerlo
todo, todo el tiempo. Pero llorar no nos resta fuerza. Nos humaniza, nos
alivia, nos reconecta con lo que sentimos.
Llorar no te hace débil, te hace real
No eres de piedra, y eso es hermoso.
¿Sabes lo que pienso? Que las
lágrimas tienen dignidad, porque hablan de lo profundo, de lo que muchas veces
ni siquiera sabemos cómo explicar.
Llorar también es cuidarte. Es como
decirle al alma: “te escucho, aquí estoy”.
Llorar es
hablar sin palabras. Es liberar el nudo que a veces se forma entre el pecho y
la garganta. No siempre tenemos que explicar por qué lloramos. A veces solo
necesitamos hacerlo… y ya.
Llorar no significa que estás rota,
significa que estás viva. Las emociones necesitan espacio, y cuando nos damos
permiso de llorar, también estamos sanando partes profundas de nosotras.
No tienes que justificar lo que
sientes
Tal vez te dijeron: “no llores”, “tú
eres fuerte”, “ya pasará”.
Y sí, pasará, pero mientras tanto,
permítete sentir.
Está bien no estar bien.
Está bien tener días bajitos.
Está bien llorar aunque parezca que
todo está en orden.
Porque en un
mundo que te dice que te calles, que aguantes, que sigas, llorar es rebelarse
contra la presión de “estar bien todo el tiempo”. Es recordarte que no tienes
que ser perfecta para ser suficiente.
Llorar también es una forma de sanar
Te lo digo como amiga: cuando me he
permitido llorar, no me he quebrado, me he liberado.
Porque en esas lágrimas se va el
miedo, la frustración, el cansancio…
Y queda algo muy hermoso: la verdad
de lo que eres.
Hoy, si necesitas llorar, llora sin
culpa
Llora sin pedir permiso.
Llora sin pensar en el qué dirán.
Llora para dejar espacio a lo nuevo,
a lo ligero, a lo que realmente mereces.
Porque llorar también es avanzar.
Y si estás leyendo esto con un nudo
en el pecho…
Solo quiero decirte: te abrazo desde
aquí.
Si hoy necesitas llorar, hazlo. No
eres débil, eres valiente por dejarte sentir. Porque el alma también se
fortalece con lágrimas.